Muchos españoles en la Historia de España, individualmente o en bloque, han sido desterrados o condenados al exilio. Exilios escapando de una muerte segura o exilios preventivos, por miedo a represalias funestas de los ganadores de cada momento. El Destierro (Séneca, Unamuno, El Cid, Napoleón) en España, en ejercicio teórico de modernidad, fue suprimido del Código Penal en 1995; y rehabilitado de unan forma farragosa y complicada, unos años más tarde limitado a los inmigrantes. Por lo tanto solo nos queda el recurso al exilio: obligatorio, voluntario o preventivo, (Einstein, Alfonso XIII, Isabel II, todos los judíos en el siglo XVI, o los jesuitas en varias ocasiones y el ocurrido tras la última Guerra Civil); o al exilio individual-voluntario como se ha venido produciendo esporádicamente, en todas las historias de todos los países.
En cada batalla política siempre hay vencidos y vencedores. Estos últimos siempre han recurrido, tras su victoria, a eliminar el mayor número posible, o a todos, los que pudieran tener alguna relación con los vencidos; aunque su origen sea únicamente la envidia o el resabio de situaciones anteriores ajenas al conflicto utilizado como causa oculta de la decisión de exiliar; cuando no es el deseo de liberación y apropiación de unos puestos de mando o de influencia en el gobernante llegado al poder. Esto siempre se ha resuelto con la ejecución o con el exilio. Porque el lenguaje político no suele entender del honor sino de realismo políticos. ¿Cuan grande ha de ser un vencedor para poder, al día siguiente de su victoria decreta la amnistía universal? Si todos los políticos, periodistas, literatos beligerantes en el bando contrario quedaran libres y pudieran reiniciar las actuaciones, las maquinaciones, que desencadenaron el proceso bélico ¿Cuanto duraría el vencedor? No olvidar el pasado, no corregir los errores cometidos y renovar las intenciones de llegar al poder cubre las mentes de todos los vencidos. En el siglo XX, 30 años después de muerto el dictador F. Franco hemos asistido a ese intento de reposición, pasando 7 años en el revival de restablecer y reescribir la historia de otra manera; revivir la resaca de una contienda que se acabó hace 63 años: confirmando la sospecha de necesidad vital del horrendo exilo que hubo como acto de supervivencia en la post-guerra. ¿Qué hubiera hecho el gobierno republicano si hubiera obtenido la victoria política? Máxime sabiendo su dependencia de un dictador, Stalin, con mas fusilamientos y exilios a sus espaldas para implantar su régimen que el nuestro. En plena Guerra Civil Cambó escribía: De ganar la República la guerra, en España quedaría establecida “una República Soviética”.¿Nos hubiera ido mejor?
Si los políticos se limitaran a resolver entre ellos mismos los conflictos que ellos crean, la humanidad hubiera ahorrado muchos millones de muertes forzadas en batallas, y ampliadas con los exilios masivos. Porque al exilio post-bélico llegan, como a las batallas una enorme cantidad de gentes simpatizantes del perdedor y otras que únicamente les incumbe el haber sido llamados, alistados, desde uno de los bandos bajo la amenaza de deserción. Por ese tajo geográfico que impone una guerra civil; o una decisión gubernamental. Unos pierden la guerra, aunque la hayan ganado moralmente porque los motivos que les indujeron al combate los van logrando con los cambios que traen los vencedores (ver ¿Quién ganó la Guerra civil? en este blog Desde mi trastienda). Y otros la pierden, real y moralmente; son los políticos cuyo único silenciado fin era alcanzar el poder. Ambos perdedores, deben iniciar el éxodo hacia el hambre y los campos de concentración contemplando como los inductores militares de alta graduación y los políticos bien colocados de cualquier graduación intelectual pero en los aledaños del poder, exiliados perdedores que indujeron la guerra, viven en el exilio en mejores condiciones, son mejor tratados por los gobiernos receptores, que ellos. Estos cambian de residencia y presencia política pero nada más.
Otra cosa muy distinta es el exiliado voluntario, donde el exilio no es una imposición sino un recurso propio, por incomodidad de su vivir con las normas de convivencia social que existen en el lugar de su residencia hasta ese momento. Es un rincón dentro del desahogo de Luis Cernuda desde el exilio en 1938:
Si yo soy español, lo soy
a la manera de aquellos que no pueden
ser otra cosa…
Debemos admitir sus consecuencias: mientras existan los políticos existirá la lucha por el poder que es la meta, sin mirar otros objetivos, de la mayoría de ese clero insertado en todas las sociedades. Y llegados al poder imponen su forma de gobierno que siempre se aproxima a su ideología; se distancia leguas del programa presentado en las elecciones...y ya no provoca exilios porque el mundo está globaliazo. Inmerso en la Guerra Civil Indalecio Prieto, en recapacitación tardía, tras años de incitación al desastre que al final estalló, escribía: “Acaso en España no hemos confrontado con serenidad las respectivas ideologías para descubrir las coincidencias, que quizá fuesen fundamentales, y medir las divergencias, probablemente secundarias, a fin de valorar si estas valían la pena ventilarlas en el campo de batalla”
Ahí está la cuestión: durante el siglo XIX multitud de gobiernos se sucedieron (algunos duraron 2 o 3 días), y todos los cambios conllevaban algún exilio, o múltiples. Cuestiones políticas resueltas políticamente y con elevados costes económicos invariablemente a cargo de los contribuyentes.
Desgraciadamente, con la misma finalidad pero en el mismo camino, se intenta retroceder no 64 años ni 100 ni 200 años, simplemente se está manipulando la historia para hacerse con todo el poder; para desgajar una parte del territorio español, desde hace más de 500 años, por la vía pacífica sin prever que en buena actuación política podría provocar una limitada pero nueva guerra civil, que en un país civilizado y moderno no es previsible: por lo que es previsible ganarla sin tocar un arma.
En la Historia, los territorios colonizados se han independizado mediante guerras. Las separaciones de partes de un territorio adherido por alianzas matrimoniales o por batallas siempre han sido por nuevas dotes o por nuevas guerras. Cataluña y el País Vaso han sido territorio español desde la fundación de España como país; antes de este suceso unificador fueron parte de los reinos de Aragón o de Castilla: por lo tanto su separación de España requieren expresar esa voluntad de separación declarando la guerra a España, ya que no hay la posibilidad de donarlas como dote matrimonial.
Ganada esa guerra, producido el tajo geográfico que provoca la conclusión de un enfrentamiento bélico, posiblemente con otros estandartes, retrocedería Cataluña 300 años; a la situación en la que los catalanes ya tuvieron una experiencia en los primero años del siglo XVII. Vencieron a España bajo estandartes de los ejércitos franceses, y, tras doce años teniendo como conde de Barcelona (no rey de Cataluña) al rey de Francia, volvieron al reino español con el rabo entre las piernas. Pueden repetir la Historia.
La claudicación, la pérdida, “político-pacífica” sería denigrante para cualquier español sufridor de la política.
Hoy, más del 50% de las personas que viven en Cataluña son Charnegos (denominación próxima al desprecio con la que se señala, en catalán, a los descendientes de inmigrantes de otras regiones españoles que viven allí) son catalanes por residencia, con raíces de andaluces, gallegos y aragoneses fundamentalmente que acudieron allí en busca del trabajo que el gobierno español de la dictadura creaba, en Cataluña, para favorecer su desarrollo. Agradecidos a la tierra y enemigos del gobierno que los desplazaba de sus raíces, son más catalanistas que los propios catalanes históricos. Pero son catalanes porque viven en esa parte de la nación que es España. Temen volver a su original tierra mientras allí puedan seguir viviendo sin “estrecheces”; pero llegadas estas, o ante la posibilidad de que lleguen, ¿Qué harán? Y ¿Qué harán los históricos catalanes: la burguesía catalana? La que sabe que ellos tienen las fábricas pero la tienda, el mercado, es España. Algún espejo de lo sucedido en otras ocasiones existe para poder mirar. Por eso quieren perder España pero estar en ella a través de Europa. Latiguillo de Ignorancia que emboba la incultura. España es Europa; con los resortes del poder cada vez más europeos. Cataluña, como Aragón, Andalucía, Galicia o cualquier otra región española son Europa en la medida que son españolas.
La expectativa de conflicto no está en la población sino en sus dirigentes, en su ambición de poder, en los que juegan con la probabilidad de que prefiera, el gobierno español, su separación política a la provocación de una guerra; y aquí entra en juego el exilio de los políticos: voluntario u obligado, de los que han renegado, y luchado por no ser España. Hay múltiples antecedentes en España de exilios personales y en bloques, voluntarios u obligados, por manifiestas desavenencias políticas. ¿Por qué no hacerlo rompiendo esa continua afrenta al ser español; antes de que se provoque otra contienda bélica o una vergonzosa separación territorial? Ganaríamos y perderíamos pero dominados siempre por la tranquilidad sentimental de que se van los que quieren, o mejor: los que no quieren reconocer que son ciudadanos europeos porque son españoles de Cataluña.
Miguel López-Franco Pérez. enero 2013