Se crean más leyes que se sustituyen o se eliminan. De esta forma, con el paso de los siglos su cantidad acumulada hace imposible su conocimiento total por cualquier ser humano, lo que aventaja e incrementa el número de profesionales de la abogacía; facilita el prestigio de leguleyos, da cabida a la inclinación social de los jueces e incrementan la sensación de indefensión del lego: súbdito o ciudadano. Según referencia recogida en la TVE el número de leyes vigentes en España ronda las 140.000. Tal cantidad da mucho juego, muchas posibilidades en su aplicación.
En todos los países civilizados, con cualquier tipo de régimen político, sus gobiernos, siempre proclaman, y aseguran, la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos, pero siendo esto cierto posiblemente lo que hay que preguntarles es si ¿son los ciudadanos iguales ante los jueces? La Ley, escrita en un boletín, cobra vida cuando sentencia o absuelve el juez que la utiliza según esa suprema capacidad de decisión que le ha dado el Gobierno al concederle el puesto de trabajo, y el gran abanico de posibilidades que le abre el articulado del reglamento oportuno.
De qué sirve ser iguales ante la ley si las leyes son maleables, interpretables, con apartados que incrementan o disminuyen las penas o que absuelven o condenan por la misma causa, según el parecer del juez. Todo queda al libre albedrío del Sr. Juez en cuyas sentencias influyen insinuaciones de necesidad política o de ejemplaridad ciudadana, o, pidiéndole un esfuerzo laboral, se le induce a sobrepasar su dictamen. El recurso al Si bien es cierto que… No es menos cierto que… o construcciones similares alrededor de las leyes facilitan el juego de su intención interpretativa en función del énfasis y orden en el que coloca las alegaciones.
Si son necesarias tantas leyes para favorecer la modulación de las circunstancias que puedan concurrir en un acto punible, no es menos cierto que los actos excluidos del marco legal se están incrementando agobiantemente con el progreso de la intromisión de normativas del Estado en todos los ordenes de la vida del súbdito; disminuyendo, en definitiva, su libertad en vez de favorecerla que es el silencioso quid que debe mover el progreso de la sociedad.Desde hace muchos siglos, todos los sociales gérmenes de cambios importantes no han dejado de incluir entre los primeros lugares de sus planteamientos la libertad. La libertad ¿De quién? ¿Del Estado o de los súbditos?. Después de tantos siglos pregonando el cambio desde súbdito a ciudadano y la libertad de él, lo que mayormente ha progresado es la libertad del Estado. Sin apenas haber llegado a tocar la condición de ciudadano se esta retornando a súbdito. Algo se está haciendo mal.
Si la ley es igual para todo y todo somos iguales ante la ley ¿Porqué hay abogados buenos y abogados malos? ¿Por qué con un abogado se consigue la absolución y con otro la condena? ¿Porqué un Juez absuelve donde otro condena? No puede ser la ley igual para todos cuando las consecuencias de la aplicación de esa ley no dependen de la ley en sí sino de quién la aplica, de los abogados que la manipulan en función de los recursos económicos que pueden manejar, de los posibles cortocircuitos que puedan establecerse, de los intereses del Sr. Juez que le ha tocado o se ha manipulado para que le correspondiera ese caso; de las consecuencias económicas de la aplicación de esa ley que socarronamente se llama “Justicia” Desde tiempos inmemorables se dice “La justicia no es tener la razón sino que te la den”
Esta igualdad ante la justicia, es primordial en la consecución de una igualdad social; por eso la distingo de las igualdades relatadas en entrada anterior al blog, es accesible quizá con menos esfuerzo que el dedicado a presenciar otras igualdades no alcanzables, o contrarias al raciocinio; no está entre las preferencias de esas formaciones que buscan en la persistencia de esta imperfección el motivo de su presencia en la sociedad y emolumentos.
Miguel López-Franco Pérez