Durante más días que llenan un siglo, las teorías sobre que es el cáncer han sido presunciones sujetas a las influencias momentáneas de las cambiantes modas.
El verdadero conocimiento del cáncer debe aportar una definición universal que diga lo que es el cáncer en pocas palabras. Algo que abarque todos los tipos y formas que la ignorancia va engrosando a medida que nuevos buscadores de fortuna médica se van incorporando a obtener un pellizco de su fama.
Cuando se alcance ese poder dar una definición clara e inequívoca de lo que es el cáncer, en ese momento, como ha sucedido en todas las enfermedades fueron azote de la humanidad, podremos decir que iniciamos el conocimiento científico del cáncer. Definición que debe expresar a la mente la esencia del origen del cáncer.
Mientras tanto, los conocimientos que cada día desgrana la prensa científica y amplifican los medios de difusión ordinaria se encuentran en el grado más bajo del conocimiento: las particularidades.
Solamente existe un hecho del cáncer que se admite, y persiste, como universal: su crecimiento descontrolado a partir de una célula que se ha transformado en maligna. Circunstancia que insinúa la posible o necesaria existencia de un origen y un mecanismo de alterar la reproducción celular universales. Elementos del conocimiento necesarios para llegar a poder definir lo que el cáncer es.
En la Historia de la Medicina, cuando se han obtenido los conocimientos suficientes de una enfermedad para saber lo que es, siempre se ha reconocido un origen único. Las particularidades se generan en el órgano o sistema que ataca. A partir de ese momento la investigación científica ha ido deslindando otras enfermedades de lo que, en la nebulosa, se creía era una única enfermedad, y tras su aislamiento no obedecen a ese origen.
En esa misma Historia, todas las enfermedades han anidado en pequeños números de personas capaces de vencerlas durante épocas de desconocimiento total de lo que ha supuesto su incuestionable forma de tratamiento. Algunos de estos pacientes vencieron a la enfermedad y a los médicos cuyos remedios eran, a la luz del conocimiento posterior, totalmente contraproducentes. La estadística de su travesía del desierto las computa como curaciones por el método o medicamento empleados. Pero el avance victorioso de su tratamiento aparece con una rápida y asombrosa diferencia en el número de fallecimientos entre el antes y el después. Su llegada al cáncer sigue pendiente del hallazgo universal de su origen y actuación.
La cirugía, como hecho mecánico, ha contribuido siempre a corregir la ineficacia de la medicina para eliminar los procesos perversos; facilitando la capacidad innata del ser humano para tender espontáneamente a su integridad orgánica y funcional. En el cáncer ha sido, y es, la mas poderosa herramienta: eliminando esos nidos de células tumorales que se multiplican e invaden. Decisiva para rebajar las desconsoladoras estadísticas globales de mortalidad; limitada al no actuar en el origen de la enfermedad. Cuando la cirugía se interesa por el “qué es” o el “como se ha producido” se transforma en medicina.
Nadando entre las particularidades del cáncer, la herencia es un aspecto que encontramos a diario en la prensa. ¿Cuantas enfermedades han sido hereditarias hasta que se ha descubierto su origen? Muchísimas. Hay una confusión entre lo que es herencia y lo que es predisposición; admisible en los ajenos a la medicina e inadmisible en la comunidad científica que suscita la sospecha, por su enorme difusión, de ser interesada. La desconcertante cantidad de genes que cada día se descubren relacionados con el cáncer, dan brillo a los investigadores y dudas a las posibilidades de estar escrito en ellos el futuro día de inicio del crecimiento de un cáncer. Pueden haber sufrido modificaciones por la enfermedad en sus primeros intentos de acomodación o serán predisposiciones familiares a recibirla, pero es dudoso que tantos genes estén mellados desde la concepción para producir 40, 50 ó 70 años después un cáncer sin ninguna otra puntual colaboración.
Opiniones de un espectador