¿Cuantos creen el engaño? ¿ Ha habido democracia en alguna parte, a lo largo de la historia del mundo?
Hay que llegar a viejo, empezar a cobrar esa pensión que instauró, y puso a correr un general allá por el año 1948, sin topes máximos ni triquiñuelas (porque estaban anatematizadas, en aquellos tiempos, como signos de la dictadura); haber vivido años en esa dictadura que horrorizaba solamente a los que querían entrar en política con alguna idea, descabellada en el raciocinio de los que estaban en el candelero, para poder comparar y pensar.
Murió Franco hace 38 años y de todos esos que entonces éramos jóvenes, que en esas fechas anhelábamos la aparición de las libertades políticas pensando que vendrían unidas a las libertades personales, y con ellas la vivificación de los valores humanos, solo quedan conformes con el cambio(cambiazo diría algún castizo) que nos han dado, los que consiguieron un puesto político fijo, porque ya tienen lo que querían, ya mandan; y un batallón, portador de escaso raciocinio, para quienes la democracia ha llegado porque les han dicho, los propagandistas del régimen, ¿los suyos?, que ahora tenemos democracia.
Ante la frustración, uno conversa consigo mismo: ¿Ha habido democracia alguna vez, en algún país del mundo o es una entelequia, una ficción, una ilusión, un espejismo, una figura literaria, creada por los griegos hace 2500 años y nunca vista?
Desde su nacimiento en la culta Atenas nunca ha guardado correspondencia su significado etimológico (Demos=pueblo; cracia=autoridad) con su aplicación en los diferentes poblaciones que, acogiéndose a su fama, le han ido utilizando.
Sus mismos creadores ya empezaron a condicionarla, a prostituirla: no todo el pueblo podía votar, solo quienes reunían una condición social previa: pertenecer o estar encuadrado en un grupo social determinado. Exclusión que se ha ido manteniendo, bajo diferentes tretas, el resto de los siglos: los esclavos, los negros, las mujeres, los menores de edad, han dado manejabilidad de los resultados a quienes luchaban por llegar a formar gobierno. Y esa exclusión no les inhibía el decir que eran democráticos. Acabados esos filones comenzó a explotarse otros: las formas de recuento de los votos, los distritos electorales, el valor de cada voto, la invalidación de los votos en blanco, las listas cerradas, la ley d´Hont y un largo etcétera con el que estamos viviendo “en democracia” y que han hecho considerar, la democracia, tras veinticinco siglos, como una forma de aristocracia, mucho más amplia, pero nada más. Y esto no molesta sino que agrada, sobre todo a los instalados en ella. A los profesionales de la política. (carrera sin titulación oficial)
Un fogonazo y ejemplo de la persistencia de esa manipulación, en unas partes más grosera que en otras, tuvo lugar ante las elecciones legislativas francesas de 1986, Mitterrand (presidente socialista de Francia) cambió el sistema electoral tradicional, de mayoritario a dos vueltas a proporcional, para que el Frente Nacional obtuviera representación e impidiese la mayoría absoluta del centro-derecha que se avecinaba. El FN tuvo 35 diputados, pero fue a costa de la izquierda. Inmediatamente después se regresó al sistema mayoritario, que excluyó al FN de la Asamblea francesa
Toda la historia de las democracias ha sido y es, continuas luchas por aumentar el número de participantes en el gobierno, en el pesebre gubernamental, con la condición de obedecer al sanedrín de alguno de los partidos `políticos que intentan alcanzar el poder, no al pueblo. Son sucesivas remesan que cada X años se incorporan a esa aristocracia y ahí se quedan. Visibles u ocultos pero ahí se quedan.
En Occidente, todos los sistemas políticos, todos los países, todas las formas de gobierno han incorporado “democracia” a su nomenclatura y así tenemos: democracias populares (lo que es una perogrullada); democracias orgánicas (que vivimos en España durante 40 años del siglo pasado), democracias asimétricas; social-democracias... y dictaduras democráticas que es acercar a la realidad algunas democracias; un añadido mío porque pienso que a aquellos que en nombre de la democracia se les limitan y condicionan sus libertades personales por mucha democracia que aireen los patrocinadores es otra forma de dictadura; sin fusilamiento pero dictadura.
Así, a través de los siglos, sin influirse por la forma de gobierno con la que les toca vivir, se han mantenidos los caciques, las oligarquías y consecuentemente las corrupciones gubernamentales.
A finales del s. XIX, J. Costa escribía que oligarquía y caciquismo no era atributos perennes del sistema de gobierno sino que se habían convertido en el sistema de gobierno. Con esa ancestral premisa habilitada en sistema, convivimos desde hace siglos; sus raíces llegan y traspasan el nacimiento de la Era cristiana. Cambian los gobiernos: regencias, dictaduras, repúblicas; cambian los personajes pero no el sistema .
En todos es imprescindible antes de acercarse a cualquier forma del poder (por todas hemos pasado y en todos la historia siempre es la misma), obtener una validación no escrita, haber sido admitido en el grupo o en alguno de los dos grupos, del gobierno o de la oposición, o llegar de un grupo a otro si es preciso, pero siempre con el beneplácito tácito de los instalados en ellos. Es preciso, además, reunir unos postulados, no todos, pero su grado y número es importante en la valoración oligárquica: antecedentes familiares, patrimonio o configuración mental, a la hora de considerar a una persona contable dentro del conjunto de las oligarquías. Y luego, en cualquier ideología que se quiera militar, progresar en la cadena de mando, inventar y proponer impuestos es un recurso fácil muy utilizado, o contaminar a la prensa, actuar siempre sin implicación alguna del pueblo, hasta llegar al grupo que manda. Hasta llegar a formar parte de la oligarquía, y entonces... singularizarse para “concienciar” a las masas de los valores adquiridos en la militancia política..
Formar parte de la oligarquía es entrar en el Olimpo de pseudosabios oficiales, codearse con los dioses, seres invisibles o semi-invisibles que dirigen los destinos de la autonomía, del país o del mundo, con más errores, que paga el pueblo, que aciertos; sin más responsabilidad que el desahogo popular orquestado en abucheo. También controlado y dirigido.( función sindical)
Llegados a la oligarquía no existen antagonismos ni social ni político, todos se complementan, se unifican. Cada uno, como Zeuz, Neptuno, Afrodita… todos tienen una función específica cara el pueblo, construyen esa manguera por la que han de pasar los hilos de las vidas del país. Ellos son distintos, especiales, distantes; su “responsabilidad”, principal pero oculta, es cuidar de la persistencia de la manguera sin preocuparse de como pasa por ella el pueblo. Y como ocurre con los dioses, ocurra lo que ocurra, siempre estarán ahí, en el Olimpo, dictaminando lo que está bien y lo que está mal, corrigiendo lo que está mal…siempre para nuestro bien...y la plenitud de sus suministros. Sabedores que hagan lo que hagan siempre tendrán un nutrido grupo de partidarios. Ajenos a la posibilidad de su olvido si faltara nuestra existencia, o nuestra asistencia, o nuestra dependencia de ellos, saben que todos, partidarios o no, debemos pasar por su manguera desde que se inventó lo que llaman La ley; porque la ley que aprueban ellos y vigila el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) que ellos nombran ¡todos tienen la obligación de obedecerla!. Llevan siglos y siglos haciendo leyes. ¡Muchas leyes, para cada individuo, para el pueblo! (solo para el pueblo, por supuesto) Salirse es ilegal y punible. Los hilos pueden ¡por ley! modificar levemente el tamaño, la forma o la dirección de la manguera pero nunca la manguera. Su éxito es estar ahí y permanecer, formar parte de la manguera, sin importar lo que se hace, como se ha llegado, donde se va, ni sus consecuencias..
El cacique es un estamento inferior. Es cacique mientras el oligarca se lo permite o lo puede utilizar; además, es consciente que su servidumbre es el único resquicio que tiene para poder llegar algún día a formar parte de la oligarquía. Ejerce su poder en función de la influencia, más o menos excesiva, que tiene en asuntos políticos o administrativos.
Ambos convierten la corrupción en arma de auto-progreso, en secreto compartido, en arma arrojadiza que solo se transforma en peligrosa, cuando se lanza y vuelve, como un boomerang, sin la protección del grupo.
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Miguel López-Franco Pérez. Noviembre 2013
