Dejé hace 2 meses de escribir en este blog deseando desintoxicarme de la regurgitación política que me producía la observación de los acontecimientos y que me llevaba, irremediablemente, al comentario de la politización de todos los acontecimientos a lo largo de los tres decenios, casi cuatro, que llevamos creyéndonos que vivimos en democracia.
Y con esa esperanza, nacida de la ilusión por una España mejor, superadora de los siglos pasados, hemos vivido casi dos generaciones de españoles. ¿Podremos, alguna vez, relegar al olvido a Larra, a Pérez Galdos, a Valle Inclán: a todos los que durante 2 siglos estuvieron llenando la literatura del quejido de una España milenaria que expira y no acaba de morir?.
Una vez más nos han vuelto a engañar: siempre los mismos. Engaño que únicamente la esperanza es capaz de revivir. La esperanza, lo último que se pierde, motor de vida y de reincidencias; oculta el germen de todos los acontecimientos.
...Y yo vuelvo a escribir de política con la esperanza de atravesar esa dura corteza sedimentada durante dos siglos, y sembrar una semilla de cambio que aproxime el concepto de democracia a esa realidad nunca plena: resignado y algo convencido de que la democracia, si llega algún día, cumpla, alguna vez, con ser el menos malo de los sistemas de gobierno conocidos.
La manipulación del voto ha sido, a lo largo de la historia del mundo, el procedimiento estrella en todos los países donde se ha votado. Por eso me uno a todos aquellos que han hecho revivir algo parecido a la democracia contribuyendo en la destrucción de las barreras y las manipulaciones que han existido y existen ante el ejercicio del voto, aportando el dar valor trascendental al voto en blanco.
El hombre es soberano en la medida que puede ejercer su libertad. Ahora bien, es la finalidad, la utilidad, el valor, que se otorga a ese ejercicio de libertad, quien mediatiza la soberanía del hombre pudiendo llegar a anular todo su valor.
Si el voto de un individuo se emite condicionado, limitado, el número, la medida, de esas condiciones disminuye y llega a anular el valor democrático del voto. Así llevamos viviendo casi 40 años después de otros 40 con las libertades individuales, personales, igual de condicionadas que ahora. No es consuelo saber que las libertades políticas estaban anuladas y ahora liberadas. ¡El ciudadano sigue teniendo amputada su libertad!
Las listas cerradas son el más claro ejemplo de lo que digo: el voto existe y es libre pero se vota al partido político, personificado en un individuo, al que la dirección del partido coloca, a continuación, cientos de políticos que pasarán a puestos dirigentes, ministerios, administraciones, direcciones generales... casi medio millón de personas que nadie ha votado: a muchos ni siquiera el pequeño grupo que forma su partido político. Y esto, que crea hastío y alejamiento de la sociedad, no importa al metido en un partido político esperando subir en el ranking de los agraciados con un puesto administrativo.
Quien no acude a votar deja patente su dejadez, o su rechazo político hacia el sistema electoral que han creado como democrático; y su cuantificación va a tener un reflejo en el cómputo de la abstención que es una pequeña advertencia a todos los políticos. No pasa de un mínimo contratiempo sin ninguna influencia en la gobernabilidad que se adjudica el ganador.
Pero el que vota en blanco manifiesta que desea participar en las elecciones, no rechaza el sistema, se sacrifica y molesta para acudir al colegio electoral y emitir su voto en la misma medida que lo hace cualquier elector de uno de los partidos participantes, pero su número, grande o pequeño, tampoco va a influir en los resultados, ni siquiera en ese pasajero, fútil, coscorrón a la clase política que le da la abstención. Siempre habrá una mayoría que acaparará el gobierno y las decisiones “democráticas” sobre el total de los españoles ¡la mayoría absoluta dentro de una minoría de españoles! que formará gobierno y tendrá mayoría en el parlamento. En ese camino se colocan las dictaduras; por ahí estamos.
Hay que dar valor democrático a el voto en blanco; hay que dar representación parlamentaria a esos ciudadanos, como se dio a los esclavos, a las mujeres a tantos colectivos que consiguieron hacer los gobiernos más democráticos consiguiendo hacer oír su voz en las urnas, dar valor a su voto; para que ese voto sirva de señal de alarma, de recurso punitivo, de castigo superior al de la abstención, a las acciones de todos los políticos que creando animadversión hacia la acción política siguen en las jefaturas políticas, en el parlamento, en las diputaciones, en los ayuntamientos. Votos en blanco se deben traducir en escaños vacíos condicionando así las capacidades para aprobar leyes, para obtener mayorías parlamentarias, para dar valor a las leyes que se aprueban e incluso provocar la necesidad de renovar la oferta de candidatos en todos los partidos; para dignificar la acción política, para forzar la convocación de nuevas elecciones.
El voto en blanco traducido en escaños vacíos durante una legislatura, con las mismas leyes parlamentarias actuales, debe ser la espada de Damocles sobre la cabeza de los gobernantes que puede caer en la convocatoria del siguiente ciclo electoral La única oportunidad que tiene el pueblo de poder repetir con alguna utilidad democrática ¡No es eso...No es eso!
Miguel López-Franco Pérez Mayo 2014