Pocos años después de terminada la última Guerra Civil española comenzaron a soplar en Europa vientos de mejoras sociales que curiosamente los impulsaba desde Prusia el canciller Bismark quien precisamente no era, no preconizaba, o no se acomodaba, a las directrices socialistas o social-comunistas que, como “modernizantes”, comenzaban a bullir por el continente. Creó, implantó, por primera vez los seguros sociales; y Franco, que acababa de librar una guerra contra el social-comunismo, oteando esos futuros aires, echó pelillos a la mar y copió la legislación: creó la Obra Social del Estado, el 18 de Julio, en 1942; embrión de lo que en el futuro sería el Instituto Nacional de Previsión: la Seguridad Social española; que crecería progresivamente en cuerpo y alma hasta llegar a ser la fundación estatal más socialista de toda Europa; en un país etiquetado de dictadura de derechas. Al llegar la democracia cambió su nombre por Insalud y ahí se acabaron los cambios.
Tan socialista había llegado a ser en su primera y dictatorial andadura, que pasados 35 años,arribada la democracia, ni el partido socialista ni por supuesto el comunista vieron en ella tacha alguna que eliminar o cambiar en toda su organización.
Al Sr. Suárez, primer presidente democrático español todavía en el siglo pasado, lo condicionaron para que no tocara una sola coma de su organigrama. Tan obsesionados estaban, y están, con su perfección, que 40 años después de muerto Franco, y dicen que también su régimen, todavía intentan convencer a los españoles no leídos, que quien fundó la Seguridad Social fueron los socialistas.
Lo que realmente han hecho es mantenerla; incorporar como cotizantes a ese pequeño grupo (+/-10%) de españoles que Franco no había incluido por obligación en la seguridad social: porque su posición económica no lo hacía perentorio o su posición política aconsejaba dejarlos en paz. La inclusión total y obligatoria de todos los españoles en el régimen estatal de seguridad social (dirán que esto no es totalitarismo) es una señal persistente de cojera de nuestra democracia que pasa desapercibida porque es la sanidad: la asistencia sanitaria. Solo resultan totalitarias estas acciones cuando son contrarias a los planteamientos de izquierdas.
Pero la sanidad, desde Franco, ha sido arma política de intensidad controlable desde los presupuestos; que en aquellos tiempos eran boyantes. Así, Franco, los gobiernos de Franco, tenían pocos escrúpulos en ir introduciendo todo tipo de personal en sus plantillas (¿donde se colocaron todos los trabajadores del Campo de Gibraltar cuando fueron expulsado de allí a mediados del siglo pasado?; daban beneplácito a todas las reformas que pedían desde una clandestinidad tolerada los sindicatos: comisiones obreras fundamentalmente. Estos tenían una participación activa, desde la sombra, en la creación de supervisoras, controladores, jefaturas burocráticas y hasta en el cambio y anulación de los uniformes de enfermería y auxiliares mudándolos, hace 70 años, por el maoista y horrendo pijama ( 4 tallas para todo el mundo) en el que algunas trabajadoras intentaban y siguen intentando un cierto grado de “quedar mejor” utilizando el color verde, al tiempo que anulan (con el beneplácito de la dirección hospitalaria) la función de distinción higiénica por la que se creó el uso de ese color.
Esa silenciosa influencia a través de los comités sindicales, dominados por silenciosos partidos de izquierdas, y tolerada (por estar controlada) desde el gobierno, fue progresivamente creciendo y haciéndose presente en todas las connotaciones funcionales de la asistencia sanitaria pública.
Llegado el cambio, y con él el furor socialista, no había nada que cambiar en la Asistencia Sanitaria de la seguridad social. Toda la estructura obedecía los parámetros del socialismo. Ya se había conseguido la anulación de la personalización del médico frente al paciente; ya se había conseguido la anulación de la libertad del paciente y del médico en su asistencia sanitaria; ya se había mediatizado la sustitución de la libertad del médico por la decisión de los comités; ya existía la implantación de dos pirámides dirigentes: la de la dirección y la de los servicios asistenciales, ambas con su cúspide totalmente polítizada en el más rancio socialismo. Con ese panorama el cambio solo podía hacerse en una dirección... hacia la libertad: y no llegó.
Llegó Felipe Gonzalez al gobierno. Tras haber pedido a Adolfo Suárez que no tocara absolutamente nada de la Asistencia Sanitaria porque los cambios precisos los haría el socialismo y todo quedó parado con el gobierno de UCD. Nombró a E. Luch como ministro de sanidad ¿y qué cambió?: Decretó el primer medicamentazo (retirar 1000 productos del Vademecun). Creó la especialidad de estomatología sin la premisa de ser médico, en competencia con la odontología: pero no introdujo en la Asistencia Sanitaria pública a ninguno de los dos estamentos(...no se atrevió a tanto bien social). Amplió la asistencia sanitaria obligatoria a toda la población (cuando solo quedaban fuera de ella “los pudientes”), engrosó así la lista de cotizantes; aumentó los supervisores, creo las plazas de coordinadores; y alguna cosa más; pero el esqueleto, la estructura funcional, jerárquica, organizativa, no la cambió, tocarla por donde la tocara era perder poder, perder socialismo. Y así hemos tenido 30 años de gobiernos socialistas y 10 de complacientes y obedientes gobiernos de derechas.
España que cuenta entre los primeros puestos mundiales en valor profesional de sus médicos se encuentra relegada al puesto 23, en la otorgación de asistencia sanitaria pública: le falta libertad; le sobre socialismo.
Los controles, exigencias, consensos y burocracia para el establecimiento de algún tipo de competencia a través de la asistencia privada son desincentivadores de cualquier iniciativa, este en el gobierno uno y otro de los dos partidos políticos que han pactado gobernar España desde hace 40 años. Las compañías de seguros privadas, gustosamente, han entrado dentro de ese pacto político-partidista, que les va conduciendo hacia el gran pastel de la asistencia sanitaria pública con unos médicos que defienden el sistema socializado público pero piden ser tratados como entidad privada a las compañías aseguradoras
Seguimos teniendo iguales o mayores listas de espera que en los tiempos de la dictadura; el personal sanitario ha aumentado la mitad o la tercera parte que el personal burocrático de la asistencia sanitaria.pública Seguimos sin dar efectividad real a la libre elección de médico y centro hospitalario: aunque el último gobierno de Felipe Gonzalez decretara, silenciosamente, su libertad en el año 1993. Siempre hay alguien en la ventanilla de admisión que le corta tajantemente al solicitante de esa iniciativa incluida dentro de los Derechos Humanos; o una enfermera interviene la el consultorio ante la insinuación del paciente de querer ser visto siempre por el mismo médico repitiendo “esto es un servicio jerarquizado y a Vd le verá quien esté el día que esté citado o se va a la medicina privada”. Las listas de espera para cirugía no se forman por peticiones de los pacientes a un servicio o a un médico determinado sino por apunte en lista “con el que le toque” y “ya se le avisará cuando le toque”. Lo mismo ocurre con los centros hospitalarios: A Vd. le toco en el hospital.... y allí en un servicio o departamento establecido por la dirección donde los 20-30 médicos que la administración ha colocado allí, (el 90% más por componendas políticas que por mérito científico), son obligados a una asistencia rotatoria que sume en el olvido la más hábil de las memorias. Cada día está en una función el que le toca y es preciso estar ingresado unos cuantos días para que vuelva a repetir el mismo médico en la misma función.
El personal médico de cada servicio, de cada departamento, de cada centro asisstencial se decide por la dirección central, jerárquica, de cada área de referencia (establecida también por la dirección política)según criterios cambiantes acordes con las circunstancias y el plantel de posibles candidatos, adobados por los resultados de una oposición adulterada en todos sus pasos, que intenta revestir de honestidad lo que no pasa de ser una chapuza.
Típicas muestras de la persistencia del social-comunismo en el personal y en la estructura de la Asistencia Sanitaria pública de cuya corrección no se ocupó el socialismo de Felipe González tras dictar la ley que liberaba la asistencia, ni su sucesor el Sr. Aznar. Posiblemente porque ambos solo intentaban lavar la cara de España ante Europa. Subir algún puesto en la clasificación mundial sin que se enteraran los españoles.
Con el fin de ahondar en la reconversión de la relación médico-paciente en una relación paciente-institución se han ido poniendo de moda los protocolos. Apoyados por la justicia, que ha encontrado la enciclopedia universal donde agarrar sus sentencias, tratan de hacer de la medicina un arma única para tratar a todos; o dejar sin tratar impunemente, muchas enfermedades; o sugerir/obligar a tratar muchas otras con tratamientos innecesarios, carísimos o escasamente eficaces sugeridos por las industrias; o elevar a la enésima potencia las demandas de exploraciones complementarias porque están en el protocolo. No importa el gasto económico que unido a esa despersonalización y despreocupación originan:”porque es el protocolo”, sino facilitar su fin primordial que es la anulación del acto médico individual como hecho único, personal, íntimo, en la atención al paciente, consciente del raciocinio de cada paciente, que valora la profesionalización del médico, ahorra gastos inútiles y evita la iatrogénia.
Miguel López-Franco Pérez.- Septiembre 2014