Desde tiempos inmemoriales, desde que la política comenzó a tomar conciencia de los beneficios que le podía aportar el control de la educación de las masas, desde que comenzaron, hace más de un siglo, a preconizarse como beneficioso para la sociedad el control educativo de las masas, o desde que Aldoux Huxley escribió su Un mundo feliz (1932) donde muestra una sociedad regida por el condicionamiento psicológico de las masas, con un elevadísimo numero de lectores trasladados a fervientes seguidores, se han ido implantado los intentos de controlar la educación como pilar del control productivo y social de un país; con mayor evidencia en las sociedades fuertemente socializadas. Curiosamente, los países que más se alejan de esos planteamientos estatalizadores es donde brotan con más asiduidad la innovación, los premios Nobel y el progreso.
¿Hubiera sido premio Nobel de Medicina (1906) D. Santiago Ramón y Cajal si se hubiera encontrado después de su tomentoso bachiller con los condicionantes españoles actuales para entrar en la Universidad de Medicina? Un siglo después de ese fortuito acontecimiento tenemos que pedir prestado a los norteamericanos el nombre del español Severo Ochoa para poder decir que ya tenemos otro español premio Nobel de Medicina (1956); conseguido gracias a la libertad docente y de trabajo que le dieron en los EEUU.
¿Existen en nuestra estructura docente las condiciones propicias para fomentar la reaparición de otro Siglo de Oro literario?
Siempre estamos esperando a que la diosa fortuna repita otra vez su afecto por España y nos deje caer alguna dádiva que, como los Premios Nobel, o como el descubrimiento de Las Américas, malgastaremos, malemplearemos y desperdiciaremos en pocos lustros.
Desde la más tierna infancia, desde la guardería, se encauza el aprendizaje, se ocupa el tiempo del niño no permitiéndosele espacios que puedan desarrollar iniciativas propias, su personalidad, su talento. Todo debe estar dentro de los canjilones educativos marcados por el Estado a través de un profesorado, que el mimo nombra, asegurándose que circulará por los derroteros que él ha marcado. Intentos de salirse, como la creación de la Institución Libre de Enseñanza cuyas luces aún alumbran nuestra memoria cultural pervivieron corto tiempo y pagaron con la cárcel su creación . Conforme cumple años el educando, el recurso al suspenso pone en su mano la vara pastoril con la que le mantiene encajonado hacia la universidad estatal, que es estatal porque la controla férreamente el Estado.
Multitud de asignaturas, todas obligatorias de aprobar, todas igual de importantes para la calificación final y todas con el exponente potencial de inutilidad para su futuro: para la profesión; cada vez más acotada, que con suerte inmensa podrá elegir o, con mayor probabilidad, a la que le tocará acomodarse.
Es la expectativa al final del último ciclo docente del bachillerato, la que le aporta el Estado con el democrático “lo tomas o lo dejas”, ¡ante el elegir su profesión!. Y el Estado, en magnanimidad democrática, atiende multitud de aspectos: sociales, laborales, económicos, a todos menos a la predisposición del destinatario hacia la profesión en la que va a ocupar más de un tercio de toda su vida. Todo se supedita, en esa trascendental situación, a los resultados de los estudios previos, que ya vienen ticnados por la mano de los gobiernos y en los que su predisposición consideran se ha reflejado en todas las asignaturas, las mismas asignaturas, de los ciclos con los que dicen que cambian el bachillerato (cambiar para seguir igual). No se puede obtener una nota media muy alta con un 10 en una asignatura, la que encaja en la predisposición cerebral del alumno, y un 5 ó 6 en la multitud de asignaturas restantes. Así, la mayoría de estudiantes debe elegir entre las profesiones para las que poco o nada se encuentra predispuesto.
Consumir una vida trabajando en una profesión para la que no se tiene una predisposición anímica, a la que se ha llegado como una solución circunstancial, en la que el paso de los años es quien va creando acomodo, incluso afición, es acoplar piezas dislocadas en la sociedad.
Despreciamos el talento. Uno de los cambios en el vivir que nos trajo la evolución de la sociedad durante el siglo pasado ha sido esa anulación del valor del talento como moneda social. Esa capacidad, esa aptitud para el desempeño de una actividad de forma sobresaliente dentro de un grupo de personas que la realiza más o menos correctamente. Esa aptitud, cuando se tiene en la persona desde el nacimiento, es mucho más fructífera socialmente, y satisfactoria personalmente, cuando se puede vivir de ella, que cuando se adquiere mediante el aprendizaje, porque en esta última situación va a requerir un paso previo: la interiorización en el cerebro de esa condición que permite desarrollar esa aptitud, que en el primer caso ya existe de forma natural desde el nacimiento.
Abrir caminos nuevos, crear nuevas formas de actividad de diseño completamente propios, destacarse por los logros personales alcanzados, configuran el olimpo de los genios; donde solo llegan los que nacieron con un talento y tuvieron la oportunidad de desarrollarlo.
En España se ha secada la fuente de genios, por haber eliminado o esparcido en tierra estéril las semillas de talentos, En vez de buscar mejores campos donde sembrar se ha anulado el valor del talento y se sustituye por la propaganda. Se crean talentos y genios con una simple orden a las agencias de difusión del capitoste de turno, pero están tapando el futuro patrio con un negro paño bordado con imitaciones foráneas. Es decir, nos están condenando, estos gobiernos, a mirar, indiferentes, a través de otros ojos.
Miguel López-Franco Pérez. Noviembre 2015