La igualdad de los seres humanos está en el camino hacia su libertad; pero no es su libertad. Hay una gran distancia entre igualdad y libertad.
Interesadamente, los manipuladores de la libertad, intentan detener el caminar de las inteligencias hacia la libertad en ese punto; y lo ponen como punto final.
Cuando el ser humano tuvo la idea de vivir en sociedad, hará unos 3000 ó 4000 años, comenzó a perder su libertad. Pérdida interesada, y beneficiosa en sus comienzos, que se va prostituyendo, con el paso de los siglos, por sometimiento a la más poderosa arma de cada erigido en temporal gobernante: la ley. Jirones de libertad individual son cedidos, o arrebatados por el dirigente de turno, arropado en normativas reguladoras que en su sublimación lingüística, y evolutiva, se han ido asimilando a democrático bien social.
En el individuo, hombre o mujer, existe la igualdad en la medida que tiene libertad. Si la mujer es libre puede elegir sus normas de igualdad: su igualdad, no la igualdad que le den. El impedimento a esa libertad está en las leyes y normas generales, respaldadas por el poder, que organizan esa igualdad ocultando la libertad que mutilan. Ahí reside el quid del problema: el reglamento. Las leyes que establece e impone el gobernante. Cada gobierno tiene en el número de sus leyes vigentes el espejo de su respeto a la libertad. No es, pues, cuestión de decretar e imponer la igualdad sino de retirar o disminuir las leyes que limitan esa libertad que mantiene desiguales a todos bajo el manto de hacer iguales a hombre y mujer. Porque no es libertad imponer la paridad en el trabajo; en los consejos de administración; en las direcciones sociales, de empresas, en todos los estamentos sociales, arguyendo progreso sobre épocas anteriores para evitar llegar a la libertad de los individuos, hombres y mujeres, a elegir su situación en esas opciones. Imponer siempre encierra favoritismos y desigualdad. ¿Hacia donde se progresa con esa norma que impone la igualdad por encima de la libertad?
La igualdad por ley es una concesión, no una conquista de libertad. Hay que percibir la distancia que existe entre las leyes condicionantes de la libertad al amparo de subterfugios, como puede ser la igualdad, y la libertad. Las numerosas leyes que sobran: leyes prohibitivas, limitadoras, condicionantes, que se crean en cada legislatura; y las pocas que pueden ser los necesarios cauces de libertad.
La mayoría de los miles de leyes existentes impiden, restringen, la libertad personal al amparo de un etéreo beneficio comunitario, realmente limitado a un grupo de personas; identificable en la percepción del control gubernamental del resto de individuos que propician. La continua aceptación, por la mayoría de la población, de los continuos y nuevos pellizcos a su libertad, a su capacidad mental, a su persona, simplemente porque vienen del gobierno, es signo de una sociedad decadente que camina hacia su destrucción, como ha ocurrido con las civilizaciones que nos precedieron.
La libertad atañe a la persona; existe o no existe, si tiene condiciones añadidas deja de ser libertad en la medida del número de esas condiciones. La libre elección en la educación escolar es menos libre por el número exorbitado de condiciones que el gobierno impone a la hora de escoger instituto o colegio concertado. Si la igualdad de la mujer queda circunscrita al intento de alcanzar la libertad del hombre, con las mismas limitaciones impuestas al hombre, mejora ella pero no la sociedad.
Vota ahora la mujer porque le han dado la igualdad en el derecho a votar como el hombre; pero vota, como el hombre, dentro de los interesados condicionantes que le pone el gobierno: sea un Rey o veinte reyes reunidos, “delegados”, en la mesa selecta de cada partido político. Tiene igualdad con los condicionantes a esa igualdad que escogen en un desconocido cónclave político: listas cerradas, circunscripciones electorales con diferentes valores del voto, Sistema D´Hondt de reparto de escaños etc, etc. Le han dado la igualdad como un gran logro social pero no ha evolucionado el eterno estatus gobierno-libertad individual.
Sigue faltando esa libertad del individuo por todos olvidada en cuento se han logrado las libertades políticas. Esas que desde hace siglos, todos van a conseguir siendo oposición, la que todos, desde los tiempos de los romanos, dicen perseguir hasta que llegan a las faldas de un gobierno donde se cobijan y “por razones de Estado” o de “la igualdad social” se acomodan a lo existente o incrementan, a veces hasta convertirlo en dictadura, las cortapisas a la libertad de los súbditos: hombres o mujeres.
Y a los súbditos les dicen que, así, son ciudadanos.
Miguel López-Franco Pérez/Diciembre 2011
