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Explosión demográfica

Publicado: 17 de noviembre de 2012
   Todos los planetas que vamos conociendo están deshabitados, o las condiciones estructurales y ambientales que de ellos conocemos los hacen francamente inhabitables: Marte está helado y Celsius tiene una temperatura de unos 450º C. Poco atrayentes ambos. De momento sólo en la Tierra hay vida, y ésta parece ser debida a esa fina capa atmosférica que nos mantiene semiaislados a través de los siglos; permitiendo variaciones climáticas extremas, desde las glaciaciones a los calentamientos, pero siempre dentro de unos límites compatibles con la vida desde que apareció sobre la Tierra.

   Pasaron los siglos sin otra preocupación por esa atmósfera que nos protege que la de su conocimiento; hasta que llegó el siglo XVIII y comenzaron las preocupaciones por el excesivo número de habitantes humanos que iniciaban su existencia en éste mundo.

   Con la llegada de la máquina de vapor comenzaron los transportes rápidos, el correo, el comercio… y la industrialización, que incrementó en sus primeras décadas los crecimientos poblacionales y la multiplicación de los cultivos; dejando como pesimistas los planteamientos de Malthus. Ahora no estamos pensando en la reconsideración de esos planteamientos sino en algo más difícil de conseguir, que es: como la naturaleza absorberá esas enormes cantidades de CO2 que producimos, a un ritmo igual o superior al que los estamos produciendo. Y esto es debido, fundamentalmente, a la explosión demográfica y a las emisiones industriales (consecuencia la segunda de la primera); o, como descender su ritmo de producción hasta cifras similares a las del siglo XIX.

   Las predicciones que Malthus hizo en 1798 postulando que la capacidad de la Tierra de producir alimentos crecía a un ritmo más lento que la de la población no se han cumplido… hasta ahora. Tres acontecimientos: emigración, revolución agrícola y el desarrollo industrial han invernado durante dos siglos las predicciones de Malthus. ¿Se equivocó en el hecho, o se equivoco solamente en el límite cuantitativo que ponía para que se cumplieran? La inteligencia del ser humano ha conseguido paliar esa situación que predecía, alargando su posible llegada.. Y ahora, más de dos siglos después, volvemos a recordarlo.

   En otras hojas de este blog, en Mayo del 2008: Malthus, población y agua sugería que si no era la disposición de alimentos energéticos, podían ser las disponibilidades de agua potable (alimento principal) las que le dieran la razón. Aparte de las dificultades técnicas y las consecuencias económicas, no sabemos las consecuencias biológicas que acarrearía la toma permanente, y única, de agua desalinizada, o su uso continuo en la agricultura, que es la sugerencia tranquilizadora de los actuales optimistas.

   Se han superado, en el año 2.000, los 6.000 millones de habitantes en la Tierra, cuando eran 4.000 millones el posible límite de su capacidad para alimentar a los seres humanos; y las posibilidades alimenticias han crecido en los países desarrollados más que la velocidad del crecimiento de la población; pero no así en los subdesarrollados, donde crece más deprisa la población que las posibilidades de adquirir alimentos, extendiéndose allí la población hambrienta.

   Los cambios en las formas de los cultivos; el aumento de tierras dedicadas a ellos desforestando grades extensiones, y su expansión transnacional durante el siglo XIX, aumentó enormemente las disponibilidades alimenticias durante el siglo siguiente. Llegando a su límite, la ciencia dio con la bioingeniería un recurso inesperado a la agricultura en la última mitad del siglo XX; pero sigue habiendo más hambruna porque hay más población que hace dos siglos y no han crecido a la misma velocidad los recursos económicos para poder comprar esos alimentos disponibles. La hambruna se ha desplazado de territorios, o se ha concentrado en algunos territorios. Solo la emigración compensa una pequeña parte de ella.

   Además ese crecimiento de alimentos está siendo fundamentalmente a base del progreso en la biotecnología; desarrollada a partir de la identificación en 1953 del ADN por Watson y Crick (p. Nobel en el año 1962) cuyas manipulaciones han permitido variar los cultivos haciéndolos más productivos, además de evitar la invasión de algunas plagas, y, trayendo a la par, las expectativas de posibles influencias en el comportamiento biológico de los consumidores: por ej. La alimentación de los cerdos con productos biológicos incrementa lo producción de úlceras gástricas en ellos; o la inyección de la hormona del crecimiento a las vacas aumenta su producción de leche pero se evita darla a la infancia por sus consecuencias ¿ Y las consecuencias en los adultos?; No son los mismo pollos los que se consumen tras unos meses corriendo por el corral que los consumidos de una granja al mes de nacimiento, alimentados con piensos biotecnológicos y sin haber aprendido a correr; o el diseñar íntegramente, alimentos de laboratorio, cuya proliferación se produce paralelamente a la desaparición de los bosques, de los habitats naturales de muchas especies llevando a la Humanidad a una dependencia progresivamente mayor de esos alimentos de laboratorio; creando la sospecha de un futuro ser humano diferente; distinto biológicamente (biológicamente manipulado) al ser humano que por evolución natural conocemos en la actualidad.

   Sin otro remedio que una catástrofe de magnitud universal caminamos hacia los 10.000-12.000 millones de personas en el Planeta a finales del siglo XXI. Puede que el progreso biotecnológico cree alimentos suficientes… ¿Y agua pura? ¿Cuantas especies de seres animales tendrán que desaparecer, alterando el equilibrio ecológico, para sustentar la supervivencia del ser humano? ¿Qué diríamos si esas cifras crecientes de población fueran perros, o gatos o leones?

  Miles de millones de personas que consumen la energía que obtienen de la tierra talando árboles, rotulando tierras para hacerlas cultivables o dedicarlas al pastoreo, pescando, cazando, contaminando los ríos, utilizando coches, usando trenes, autobuses, spray…emiten CO2, en su vivir en este mundo… que es su necesidad de consumo. Tanto mayor cuanto más desarrollado es su vivir.

   Los políticos planificadores y controladores de la sociedad, en los países desarrollados pasaron el último siglo alentando, con muchas palabras y pocas compensaciones, la procreación como fuente de riqueza; consiguieron un memorable éxito… en todos los países donde no llegaba su voz, fundamentalmente africanos o sudamericanos. Supusieron que el desarrollo económico que aportaría el crecimiento poblacional traería consigo un incremento de recursos que los alimentaría…y se subieron al carro. Una vez más, la observación natural ha sido más certera que las percepciones “científicas”. Las familias más pobres y sin trabajo o con trabajos de mucho descanso, las menos productivas, eran más prolíficas que las que tenían que trabajar esforzadamente; condición ligada al progreso que venía. Cuando llega el desarrollo, el trabajo más intenso, aumentan preocupaciones y ansiedad y se acaban la procreación y las predicciones demográficas políticas.

   Así hemos llegado a crecimientos negativos en todos los países desarrollados, incluso reduciendo las expectativas de un ligero crecimiento que preveía una página del The Economist en 1990, y superando, por el otro lado, gracias a los países subdesarrollados, el 10% de crecimiento de la población mundial previsto en la misma publicación para el final del siglo XX. Han conseguido, laureados próceres de la sociedad, crear masas inmensas de población en lugares no apropiados, con escasa posibilidades alimenticias, con grandes seguridades de contaminar el planeta; y con descensos previsiblemente muy alarmantes (siguiendo la estructura mental de la sociedad actual) en los lugares que podrían haber sido más apropiados. La solución ocurrente, en alguno de ellos, es la importación; favorecer la inmigración sin valorar las consecuencias; cuantas cosas cambiaría. Cambiarán en España casi seguro con ella, con pocas ventajas y muchas desventajas. La única ventaja de este proceder es el pan para hoy y el hambre para mañana: en el que al cabo de una generación de inmigrantes, habrán aprendido, y aceptado “el desarrollo”, los procedimientos de la anticoncepción y las circunstancias que obligan en estos países desarrollados a acogerla; y estaremos igual que antes pero una generación después que nos coloca en el antes en población y desarrollo, Ya no serán los mimos gobernantes los que tendrán que afrontarlo, y es lo único que les importa.

   A comienzos del siglo XX vivían en España 18,6 millones de personas que pasaron a ser 46 millones a comienzos del siglo XXI. En nuestro litoral Este viven actualmente el mismo número de personas que vivían en toda España al comienzo del siglo. ¿Había, a comienzos del siglo XX, problemas de abastecimiento de agua potable en todo el litoral Este? ¿Puede beberse actualmente agua de los riachuelos campestres de nuestras montañas del interior, con el mismo miedo a contaminarse que se tenía a principios de siglo XX? ¿Es una solución llevar el agua desde el centro al litoral aumentando los problemas climáticos, demográficos e hidrológicos en toda la nación y desertizando el centro al mismo tiempo?

   La sabia naturaleza, en su autodefensa, ha introducido sin huelgas ni leyes escritas, el cambio en todos los países desarrollados: desde 1970 a 1998, en España, el número de nacimientos se ha reducido progresivamente llegando a estar en el año 2010 por debajo del número de nacidos en el año 2003, donde comenzó a no renovarse; lo que quiere decir que la población española primero envejece y después inevitablemente, fenece. Si alguien no lo evita y considera beneficioso acoger, otra vez masivamente, a la inmigración, como se hizo en un periodo de gobierno socialista, la población española tras unos años de tener una gran cantidad de gente jubilada y envejecida descenderá con la misma velocidad que se está haciendo mayor. Si se produce esa inmigración masiva a España, o a otros países desarrollados, sin anteponerles las exigencias del progreso seremos colonizados por gentes de escasa formación y cultura que reducirán nuestro nivel productivo y competitivo cambiando todos los caracteres identificadores de los actuales habitantes: normas sociales, religiosas, raciales y económicas; incluida la situación de progreso. Como siempre ha sucedido en los cambios demográficos y raciales. Además de nuestro orgullo de raza y de sistema de convivencia social, es la supervivencia e intento de expansión en el mundo del progreso el que debe inducirnos a organizar y mediatizar esa invasión, al mismo tiempo que acomodamos nuestra densidad demográfica a las posibilidades de continuar estando en la cabeza del progreso. Japón lo entendió así hace algunas décadas, China lo está imitando. Alemania contrata, exclusivamente, emigrantes cualificados ¿Dónde está el futuro?

   Las medidas que tienden a la conservación de la naturaleza: control de emisiones perjudiciales, limpieza de los ríos, depuración de aguas, reciclaje de productos, reforestación, se ponen en marcha en países desarrollados donde su principal causa ha sido el aumento demográfico desmedido y la consiguiente industrialización masiva que permitía a esa población tener alto nivel de bienestar y alimentos; curiosamente obteniendo el premio/castigo natural del descenso demográfico. De esta forma aun teniendo un valor positivo, esas medidas medioambientales, sería más lógica y útil su puesta en marcha en los países en vías de desarrollo que siguen los mismos desastrosos pasos que han seguido los actuales países desarrollados; y antes de que el desarrollo industrial ejerza su labor limitadora del crecimiento poblacional.

   Esas medidas de alerta e intervención que toman: Amigos de la Tierra, Greenpeace, el World Rezurces Institute y un largo etcétera de grupos en los países desarrollados, después de la catástrofe, están bien como coadyuvantes a la acción reductora demográfica que impone el desarrollo, pero poco sabemos de esas acciones y éxitos en el mundo en vías desarrollo; o en los países subdesarrollados donde el desmesurado crecimiento poblacional, su desarrollo agrícola, su industrialización…su consumo de vida, están provocando y provocarán en las próximas décadas mayor desastre, pasajero, que el provocado actualmente en los países desarrollados. No es cuestión de legislar para alimentarlos gratuitamente sino de provocar su desarrollo, aceleradamente, que éste se encargará de disminuir drásticamente su fecundidad. No es cuestión de prohibir los spray o los automóviles, sino de que disminuya el número de usuarios de ellos; no por trabas gubernamentales a su uso sino por falta de usuarios. No es cuestión de limitar el número de hijos, como se hace en China, sino de que sean las circunstancias sociales que trae el progreso las que hagan valorar el número de hijos a tener.

   Hay que cambiar en los parámetros del progreso la cuantía de la población por la calidad de esa población haciéndola extensiva a la inmigración: Ingenieros, economistas, técnicos, químicos, informáticos, profesionales acordes con el estatus de país desarrollado, que crean o añaden expectativas de competitividad en el valor de su actuación en un mundo globalizado. Japón hace muchos años que lo ha entendido y otros países lo imitan preparándose para entrar en el mundo globalizado y competitivo. Corea del Sur que tiene una población similar a la española (44 millones de habitantes) lo ha aceptado: tiene 1 millón cuatrocientos mil estudiantes en esas docencias universitarias y ha creado una estructura industrial competitiva que les da cabida; entrando ya con fuerza en los ranking del progreso.

   Ahora es imposible formar en España la población envejecida para jubilarla forzosamente al llegar a adquirir una formación útil. Sería una pérdida de energía y oportunidades, pero hay una gran masa de población formada intelectualmente que se está despreciando al no cambiar las coordenadas impuestas por las estructuras sociales rígidas, anticuadas, que padecemos: la jubilación forzosa, las limitaciones sociales por la edad, los rígidos horarios de trabajo, el condicionamiento gubernamentales al trabajo, deben liberarse y dar opciones a una utilidad `productiva para esa gran masa de jubilados que se avecina. Es la forma de pasar este bache poblacional y económico que tuvo su origen en el baby-boon e impulsar la olvidada libertad personal

   Allá por los años 2020-25 cuando la población española comience a descender ostensiblemente, a reequilibrar sus estratos demográficos con la capacidad productiva y competitiva del país, si no aparecen nuevas acciones distorsionantes amparando la inmigración masiva, indiscriminada, es cuando las generaciones venideras, comenzarán a comprender porqué siendo menos población se asegura la vida en el planeta, se pueden mantener las prestaciones con fondos públicos, que ahora se dicen sociales, y estar en la cabeza del progreso.
                                            Miguel López-Franco Pérez. Noviembre 2012


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